
Mientras intento alejarme de lo verdaderamente importante, pensaba, unos pasos atrás, debo partir en que la existencia de todas las cosas no tiene sentido, no puede ser razonado como sentido o no existe sensación, intuición o palabra que sirva para establecer una posible utilidad a todo este macabro fluir de átomos que descaradamente llamamos existencia, pensaba que al absurdo de existir, a nosotros los seres humanos se nos añade el absurdo de ser conciente de ello, la culpa fue nuestra. Entre en un quiosco, entre porque siempre salgo de noche por un refrigerio y el expendedor de golosinas y cigarrillos ya me ha guardado en su manual de imágenes de gentes inofensivas que compran chocolates por la noche, de no estar en ese celoso archivo me hubiera atendido detrás de la reja, imágenes de zona sur, en el recinto estaba Tomás y su hijo pequeño, estaban por lo mismo que yo, un motivo de necesidad de calorías, ahora que es invierno una barrita de chocolate contenta nuestro dormir con calidez de combustión interna, claro que el pequeño hijo de Tomás nada sabe de estos asuntos fisiológicos, probablemente tampoco lo sepa Tomás, compra unos chocolates, le da uno de los chocolatitos a la pequeña criatura y guarda el resto en el bolsillo de su campera, me detengo en los ojos del niño, de pronto vidriosos por el frío o por la ilusión que corresponde a tal obsequio, sus infantiles ojos determinan con extrema adultez sus sensaciones de momento, me contenta, compro mis chocolates y un atado de cigarrillos para dormir tranquilo, me despido del quiosquero amigo y me apresuro de regreso a casa, en el viaje, los ojos del niño alumbran señalando la ruta a través del recorrido por mi memoria, hace unos meses me encontraba trabajando en una tienda de ropa, la mercadería de la tienda es extremadamente costosa, eran como las seis de la tarde yo estaba atendiendo a la gente que probaba camperas después de comprobar que el precio esa realmente excesivo, algunos se retiraban con la promesa de volver mañana haciendo ademanes bruscos y proyectando la voz hacia el resto del publico, que presenciaba la huida disimulada del cliente en cuestión, otros compraban sus prendas con aires de indiferencia y superioridad, pagaban tirando los billetes sobre el mostrador como quien arroja las cáscaras cuando esta pelando papas en una bacha, la mirada del niño me ha conducido a este páramo del tiempo malgastado en trabajos pueriles de mi memoria, fue la mirada del niño en contraposición a la mirada de aquella mujer agiornada en talantes de falsa potencia, las dos miradas tan opuestas,_ lo que hace el tiempo en la gente, me grito una especie de sonrisa que se dibujada gélida en las líneas de expresión de mi rostro, líneas que no pienso censurar con cremas o tratamientos estéticos de la posmodernidad, y observe la diferencia con temor, ¿disfrutare yo de mis compras por el objeto adquirido o lo haré como esa vieja roca por el goce que provoco en ella esa tan superficial sensación de poder?, ¿el tiempo roerá de mi la cristalina expresión de la mirada del hijo de tomas y me dotará de gestos ostentosos?, sacudo la cabeza, al pasar por un toldo comercial el viento hace su travesura y chorrean unas aguas de lluvia por mi cervix, el pensamiento me abandona pero ha quedado registrado en el manual de asociaciones por opuestos de mi conciencia, ¿seré capaz de prescindir de los opuestos para escribir estas proezas?
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